IDOLOS Y FETICHES PRIMITIVOS____________________________

Los primitivos habitantes del planeta no tenían otra referencia que su entorno de tie- rra firme, montañas, árboles, agua, animales, sol, nubes, la luna y las estrellas durante las noches claras. Primeramente tomó como simples compañeros de ruta, en su vida nómade y errante, guijarros y ramas. Algunos de esos objetos despertó especial atención y su pose- sión era indispensable para seguir vivo en un medio hostil. Así comenzó su primera rela- ción con los objetos inanimados. Las tribus tenían piedras fetiches, pocas han llegado a no- sotros y la principal ha sido la de Scone. Cuando en su alocada carrera el objeto se des- prendía de su mano, golpeaba a un animal y éste le proporcionaba alimento, comenzaba a venerar ese objeto, que parecía tener la llave para darle lo que tanto buscaba. Después le hizo manchas peculiares, identificatorias que le daban su exclusiva pertenencia. Con ese objeto en su posesión el entorno se hacía menos hostil y sus horizontes se iban ampliando. Fue cuando comenzó, finalmente, a fijar su idea en ese objeto y los transformó en un feti- che. De alli a transformar otros objetos en fetiches hubo solamente que esperar que he- chos de la naturaleza, rayos, estrellas fugaces, vientos, cargasen de energía y le diesen es- piritú aquellos nuevos objetos que aferrados a sus manos parecían darle protección. Al descubir el fuego, al cual mantenía siempre encendido, comenzaban a adorar como fuente de luz, calor y protección, y también al agua que saciaba su sed. Nacían nuevos fetiches. Los frutos, los animales, huesos, volcanes y todo los que llamase la atención pasaba a for- mar parte de su culto, era un espíritu que penetraba y fijaba su morada en un objeto inani- mado, llenándolo de presagios, y que el hombre primitivo, cuidaba, adoraba y reverencia- ba. También los que temía como las serpientes, los escorpiones y otras alimañas pasaron a ser culto, pero el mal que las animaba diferenciaba su adoración hacia un ostensible recha- zo, que con el tiempo y en otras civilizaciones más avanzadas, fenicia, judaica se acentua- ron como intermediarios de espíritus malignos. Cuando más era su evolución más elemen- tos pasaban a ser parte de su culto. El cabello, las uñas, las calaveras y los trozos de estos comenzaron a ser poderosos fetiches cargados de potencia y fecundidad. Se daba sobreto- do con el cordón umbilical del recién nacido que era señal de buenos augurios y se llevaba como collar. Hasta que el hombre mismo, vivito y coleando, pasó a ser un fetiche. El más inteligente, el que resolvía problemas, los líderes, en fin, se consideraban poseídos por un espiritú superior y tenían que ser venerados. Eran conside- rados infalibles, sabios, eran más que humanos, más que el humano circundante. Y por todo eso, esos "superdotados", comenzaron a usar el engaño y treparon, como "seres divinos", transformándose en sa- cerdotes, profetas, reyes, caciques que ejercían su poder sin límites. Después de muertos se le consideraban ídolos y pasaban a engrosar la larga lista de fetiches. En las ceremo- nias de inhumación en los monumentos fúnebres se hacía la consagración del ídolo, y, en ese preciso momento, se creía que el espíritu penetraba la materia inerte. En otros obje- tos, bendecidos de esa manera en la misma ceremonia, pasa- ban a ser amuletos. Fue de- bido al fanátismo que inspiraba el ídolo, que el hombre, el simple mortal, se vio atrapado en su propia rede de superstición, de esclavo, de prisionero de su imaginación, y el fetiche de ese ídolo pasó a ser el más terrible tirano en tiempos de barbarie, y el hombre se trans- formó en intolerante. Las guerras pasaron a ser los medios que enfrentaban a fanáticos que luchaban en respuesta a la llamada de sus ídolos. Fueron desapareciendo, los ídolos no las guerras, cuando se inventó la escritura y los ídolos empezaron a ser otros, de pie- dra, de pergamino, para finalmente ser ídolos de papel, y que aún llegan a nuestros días i- nundándonos de páginas cargadas de milagros, reliquias, amuletos y santos, al mejor estilo pagano, con lo cual mantienen cierto interés, que siempre gobernó al mundo desde el mo- mento mismo que empezó la evolución.

VOLVER AL PRINCIPIO


 

DICCIONARIO______________________________________________

PERGAMINO (del lat. pergamenus) m. Piel de la res limpia del vellón, raída, adobada y estirada, que sirve para diferentes usos; como para escribir en ella privilegios, cubrir libros y otras cosas. La escritura sobre las pieles de los animales data de los tiempos más remo- tos, acaso desde los primeros siglos de la Creación; se asegura que los hebreos las emple- aban ya para éste objeto durante su permanencía en el monte Sinaí, en la época en que el Señor entregó a Moisés las tablas de la Ley, y lo cierto es que en el pueblo israelita se custodiaban varios volúmenes escritos en pieles, que conservaban arrollados en tiempo de David. Heródoto, entre los griegos, hablaba en su obra de las pieles de carnero y cabrito que se empleaban en la escritura desde tiempos muy remotos; pero éstas pieles, o no esta- ban preparadas, o lo eran de un modo muy elemental, que hacía, no sólo difícil la escritura, cuyos caracteres tenían que ser muy abultados, sino sumamente gruesas y bastas lo que hacía que por poca magnitud que tuviera una obra ocupase un volumen inmenso, de donde nació en llamar volumen a los trabajos que los sabios y los poetas dejaban escritos, nomb- re que se ha conservado hasta nuestros días para toda clase de libros. Más tarde, y para evitar todo eso, se escribieron casi todos los tratados en papiro.

SCONE Era la capital del reino de los Pictos, y donde hacia 1114 se fundó un monasterio, destruído a mediado del siglo XVI, y al que remplazo al Palacio Scone, que vino a ser de los Condes de Mansfield. En ese monasterio estaba la "piedra del destino", Stone of Des- tiny, sobre la que se coronaban los Reyes de Escocia. Actualmente la piedra se encuentra la Abadia Westminster, en Londres, y está incluída dentro del sitial, o trono, en que fue coronado Eduardo VII, Rey de la Gran Bretaña y Emperado de la India. La piedra, alta de 66,5 centímetros, de ancho 42, y de profundidad 26, es arenosa y de color encarnado. Está colocada dentro del asiento de la silla de brazos o del trono configurado al estilo antiguo ojival. Por largo tiempo los escoceses miraron esta piedra con onda veneración, y como se ha dicho, sobre ella eran coronados los Reyes de Escocia, hasta que Eduardo I de Inglate- rra en el año 1296, la llevó a la Abadia de Westmister, a pesar del sentimiento de los esco- ceses. La piedra de la coronación, llamada de Scone, tal como se conserva en la Abadía de Westmister parece ser una porción o fragmento de la gran piedra primitiva; y con efecto, está labrada en todas sus caras a excepción de una de ellas, única que se ve cuando la pie- dra se muestra embutida dentro de la caja del trono. Esta faz o cara aparece intacta en su estado natural, con una agujero redondo hacia el lado izquierdo. Las demás caras, es decir, la opuesta y los cuatros laterales, están pulidas con herramientas por mano del hombre.


Idolos y Fetiches Primitivos Revancha de los Primitivos
Amuletos (Egipcios, Oriente Antiguo, Epoca Clásica, Cristianos, Precolombinos
y Contemporáneos)
La importancia del Escarabajo Fetichismo en Africa
Cilindros Orientales

VOLVER AL PRINCIPIO
VOLVER A LA PANTALLA PRINCIPAL