Amuletos del Oriente Antiguo Amuletos de la Epoca Clásica
Amuletos (Cristianos, Precolombinos y Contemporáneos)

 

AMULETOS EGIPCIOS______________________________________

Los amuletos representaban armas preservadoras de los peligros que traían consigo los días nefastos, designados así por los horóscopos de los sacerdotes, adivinos y hechice- ros iniciados en el arte sagrado de la magia. Los amuletos que se conservan, se han encon- trado en los ataudes y en las momias mismas de Egipto [ver mapa]. Cada uno tenía su vir- tud especial que se comunicaba a los muertos recitando una plegaria en el momento de fa- jarlos o al enterrarlos, y protegían, unos la cabeza, otros el tronco, otros los brazos o las piernas formando así una armadura mágica. Los había de todos los materiales. Los más frecuentes eran los Escarabajos. Los Tat, mal llamados Nilómetros, que significaban esta- bilidad, estaban identificados por los egipcios con la espina dorsal. Por tal razón colocaban esta clase de amuletos pendientes del cuello de la momia para que el muerto pudiera fran- quear la puerta del cielo: Los Tá, las columnitas, la corona roja, la cartela, las égidas, el ojo simbólico (udyat), el collar (menat), la almohada (ures), los anillos (shenu), la cruz con asa, signo de la vida (ankh), el jeroglífico, signo del amor, las cabezas de cobra (Uræus), pluma (shut), loto (seshen), las representaciones de diversos animales sagrados, el tocado de Hator, compuesto del disco solar y dos plumas de avestruz, el muslo del buey, y la tiorba; el horizonte solar, el ángulo, el corazón, la rana que era la diosa Higit, divinidad cósmica por lo cual iba unida al dogma de la resurrección y por eso se encuentra sobre las momias. Se hacían en amatista, en jaspe en lapislázuli, en pasta vítria y en feldespato. A los mencionados se agregaban los rectángulos de barro esmaltado conteniendo plegarias o representaciones divinas. Entre los amuletos hay que clasificar los papiros conteniendo fórmulas talismánicas, depositadas cuidadosamente en estuches de metal, a veces de oro, que se han encontrado en los ataudes de momias.

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AMULETOS DEL ORIENTE ANTIGUO__________________________

Los Asirios al igual que los egipcios llevaban consigo preciosos amuletos. Las investi- gaciones epigráficas, han dado a conocer la costumbre de arrojar el pueblo sus amuletos a los cimientos de los edifícios en ocasión de consagrarlos; así lo expresa una tablilla en que el rey Sargón habla de la fundación del palacio de Jursabãd. La noticia se ha comprobado con los hechos, pues en las ruinas de aquella famosa ciudad se han encontrado centenares de objetos pequeños de diversas materias, tales como cilindros, conos, figuritas de barro cocido, conchas y guijarros perforados, que se conservan en el Louvre, siendo de notar en ellos las señales evidentes de haberse usado; lo cual demuestra que en la solemne ceremo- nia de consagrar las cimentaciones, debía ser costumbre desprenderse de los amuletos en un momento determinado y quizá a una señal de los sacerdotes.

Las tumbas sardas de Tarros han suministrado interesantes amuletos fenicios, muy pa- recidos a los egipcios, pues son figuritas y estatuillas de barro cocido, algunas esmaltadas, representando un Dios con cabeza de gavilán; un Dios pigmeo que recuerda al Phtah; otro que parece el Bes, importado a Egipto de Arabia; una Diosa alada cuyo cuerpo termina en cola de serpiente; el disco solar entre las dos alas plegadas, y en fin, los escarabajos, el ojo simbólico y unos estuches de oro o plata, conteniendo laminillas metálicas con inscripciones.

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AMULETOS DE LA EPOCA CLÁSICA__________________________

Del Oriente el amuleto pasó a Grecia y luego a Roma [ver mapa de Europa]. Plinio di- ce con razón que el uso de los amuletos nació de la Medicina, como también la práctica de los encantamientos: unos y otros tuvieron su origen en la superstición que atribuía a pode- res ocultos, males cuyas causas verdaderas no podían desterrarse. Dejando a un lado el e- jemplo que la Medicina hiciese de los amuletos, diremos que estaban comprendidos entre los numerosos remedios empíricos empleados, bien para curar las enfermedades, bien para prevenirlas designándolos con el nombre común de fisica, pues los males de causas desco- nocidas se atribuian a influencias sobrenaturales: la superstición de lo que hoy se llama to- davía en ciertos paises el mal de ojo. La creencia en la fascinación estaba universalmente admitida y para preservarse de estas influencias se usaban los amuletos. Estos eran o sus- tancias naturales u objetos que presentaban ciertos signos o figuras, en la cuales residía la eficacia según la superstición; atribuyendolo aveces la virtud a las propiedades naturales al mismo tiempo que a las formas simbólicas.

Los amuletos que inspiraban fé en general eran unas piedras preciosas o rara sin más valor que las imágenes o caractéres que en ellas se veían; la mayor parte venian de Orien- te. Eran: el ágata, el diamante, el jaspe, el cristal, la amatista, la antepates, la calcofana, la quelonia, el heliotropo, la hematita y las piedras sin valor como la ceramia, el coral, la gor- gonia, el ámbar; ademas los metales, particularmente el oro, el hierro, el cobre; diferentes plantas como la aubepina, el rosal, el nerprun. Tales eran las sustancias naturales emple- adas como amuletos; también los eran algunos miembros o partes de animales, como el diente de hiena, la carne y la grasa de lobo, la bilis de la cabra la del perro negro, las ore- jas de rata, los cuernos del onagro cornudo, el talón de puerco, la lengua de la zorra de los murciélago, de los buho, las arañas y otras alimañas, ademas del anguimum o huevo ser- piente, y la lengua del camaleón; los dientes tenían, igualmente, puesto importante entre las prescripciones de la Medicina empírica.

También se creía en la eficacia de ciertas reliquias de personas que habían perecido por accidente o víctimas de suplicios. Plinio enumera las enfermedades que se curaban o calmaban con el tratamiento de sangre de los gladiadores tales como la gota, la erisipela, la epilepsia. Había también numerosos talismanes empleados, bien para excitar, bien para reprimir los ardores de los deseos amorosos y para destruir los encantamientos que se cre- ian víctimas los amantes.

En cuanto a los objetos artificiales como amuleto, es menester tener en cuenta que las piedras mencionadas y los metales preciosos servían de amuletos en formas de joyas o de adornos que llevaban suspendidos los antiguos bien al cuello o sobre el pecho, bien como pendiente aislado bien como collar o cinturón o sortija o brazalete, puesto como cabezas de las agujas o cocidos a la vestiduras. Los amuletos, que no podrian llevarse facilmente en las formas indicadas, se encerraban en saquitos o en cápsulas de oro o de cueros llamadas bulas, cuyo uso fue general, particularmente en Italia y que se llevaban suspendidas al cuello, al brazo, sobre el pecho, atadas a un collar o a un brazalete, y contenian también sin duda filáctera (ver filacteria), recetas, fórmulas como se ve en una bula conservada en el Louvre, que tienen grabados sobre una hoja de plata, conjuros contra los demonios y los maleficios. La costumbre era grabar esta clase de fórmulas en metales, siendo raras las recetas escritas en pergamino. Ademas de las bulas deben clasificarse entre los amuletos los discos y medias lunas, asi como las faleras, tanto como las que se ponian sobre las co- raza como condecoración militar, como las que servian de adornos en las cabezadas de los caballos, las piedras, el ámbar, el coral, los metales usados como talismanes, presentaban ordinariamente alguna figura simbólica o bien fórmulas, tomadas la mayor parte de la ma- gia y de la astrlogía orientales; tales son, por ejemplo, los Abraxas de los Gnósticos, y las piezas que llevaban nombres misteriosos como el de Abracadabra, que se lee en todos los sentidos. En cuanto a las imágenes simbólicas, las figuritas representado a los Dioses me- recieron preferencia figurando entre las más abundantes la Diana de Efeso, Mithras, Isis, Anubis y sobre todos Serapis y Harpócrates; este último, que era para los romanos el Dios del silencio, debía preservar indudablemente contra toda palabra imprudente que pudiese atraer la mala suerte. En la misma categoría estaba la Diosa Angerona, representada ves- tida o desnuda, que llevaba un dedo a la boca y otro atrás como para marcar los dos orifi- cios por donde podía salir el ruido y romper el silencio, pues turbar esté en muchas circun- stancía era presagio fatal: una asa colocada en la espalda de las figuras no permite dudar que las llevaban colgadas del cuello; también había figuras de hombres en la misma aptitud y otras con dobles cabezas presentando por un lado faz humana y por la otra de león. Los Hermes y las imágenes de Apolo Agyeus, de Priapo, de Hecathe y de otros Dioses coloca- dos ante las casas y los templos, tenían también carácter de amuletos; con el mismo fin se reunian en una divinidad preferida los emblemas de otras muchas, a cuyas figuras se lla- maban panteas, y suelen representar a un tiempo a Harpócrate, la Fortuna, Venus, el a- mor, Minerva, etc. Algunas veces los atributos solos, sin las figuras de las divinidades, se ven reunidos en un amuleto que suele consistir en una placa de barro que parece haber es- tado provista de mango. Otras veces son las manos y los pies votivos con los atributos de los Dioses; o son animales simbólicos, reales o fantásticos, figuras monstruosas, grotescas y con frecuencia obscenas.

Para precaverse del mal ojo, se usarón muchas figuras de animales y algunas de seres imaginarios tales como Grifo, la Esfinge, la Sirena, y se adaptaban a los muebles, a las ar- mas, vestidos, joyas, sobremuros, en las puertas, etc. Los preservativos por excelencia fueron la máscara de la Górgona, de la cual se encuentran todavía ejemplares, y las repre- sentaciones del Falo, no menos numerosas; a este género pertenecen también las figuras que recuerdan el Falo por la postura, por la posición de los dedos y objetos destinados co- mo ciertas conchas de los géneros peine (pecten) y porcelana (cypraea), que servía de em- blema del sexo femenino, todos estos amuletos y aun los amuletos fálicos, eran llevados a la vistas por las personas y colocados de igual modo en los objetos y en los edificios. A es- ta serie debe agregarse el ojo, amuleto de origen egipciom, considerado como uno de los medios más poderosos de preservación contra el mal de ojo, y los escarabajos importados también de Egipto y que se fabricaron en Grecia y sobre todo en Etruria, donde se encuen- tra en abundancia; se llevan montados en sortijas. Aparte de otras materias y objetos, y de la forma de nudo dado a ciertas sortijas y brazaletes que tenían carácter de amuleto, los medallones de los emperadores romanos con carneros eran objetos de una superstición.

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DICCIONARIO______________________________________________

ABRACADABRA m. Mit. Idolo de Siria, a cuyo nombre, repetido un número determinado de veces de cierta manera, se le atribuyen virtudes mágicas para curar la fiebre y otras en- fermedades. Algunos llevaban este nombre escrito en una cinta, en un papel o en la misma piel. Hoy suele usarse como sinónimo de cosa misteriosa y sorprendente por lo ininteligi- ble. La etimología de esta palabra cabalística es muy incierta. Unos la hacen provenir del hebreo ab, padre, ruah, espíritu y dabar, palabra; etimología según la cual abracadabra po- dría siginificar la trinidad. Otros creen que dabar es verbum, palabra; y abraca, benedixit, bendijo: el verbo (lo) bendijo. Otros consideran esta palabra como compuesta de abrasas, denominacion persa de la divinidad, y del hebreo dabar, palabra, palabra divina. Otros cre- en que proviene de la repetición del nombre ABRAXAS. Puede escribirse de varios mo- dos, pero siempre en forma de triángulo.

A B R A C A D A B R A
A B R A C A D A B R
A B R A C A D A B
A B R A C A D A
A B R A C A D
A B R A C A
A B R A C
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A B R A C A D A B R
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A B R A C A D A B R A
B R A C A D A B R
R A C A D A B
A C A D A
C A D
A

Trazada de esta manera, la palabra era encanto eficacísimo contra las fiebres intermi- tentes. Era también preciso que se escribiese en un pergamino cuadrado que el enfermo debía llevar colgado del cuello con un hilo que hubiese cruzado el pergamino: si el enfermo lo había llevado asi, durante ocho días, al noveno tenía que ir a un río cuyas aguas corrie- ran en dirección al Oriente, quitarse el pergamino y arrojarlo hacia atrás sin volver la ca- beza. La creencia en la virtud curativa de ciertas palabras mágicas, se remota a la más os- cura antigüedad y ha llegado hasta nuestros días. Esta virtud curativa fue reconocida ofi- cialmente el 13 de octubre de 1654, por el rey de Portugal Juan IV, quien concedió al Sol- dado Prudencio Hernández, 40 mil reis anuales por las curas hechas por palabras, y para que asistiese al ejército y éste pudiese valerse de él. Sin embargo, Ana Martín fue conde- nada, porque curaba bendiciendo, como antes era uso, y aplicando al enfermo, para mayor seguridad, la llamada "reza dos feitiço, para servir para toda doença". También usaba esta curandera portuguesa la oración (reza) del ángel custodio, por ser muy eficaz para expulsar todos los achaques y aun los espíritus malignos, a los cuales hacía salir de los cuerpo de los poseídos por el demonio. En el proceso de ésta misma Ana Martín, en 1694, se halla la llamada oración con que curaba a los enfermos, bien insulsa poor cierto. Natural es que te- niendo virtud curativa las palabras pronunciadas, conservasen su eficacia por escrito, y hasta que aumentara tal virtud a causa de la permanencia del encanto. No consta que con la simple enunciación oral, curase la voz abracadabra; pero es de suponer que, antes de colgarse escrita al cuello de los enfermos, hubiese revelado sus virtudes con sólo pronun- ciarla. Sea de esto lo que fuere, es lo cierto que la combinación de sus letras constituían u- na palabra religiosa, y que, el emplearla como curativo, se refiere a la creencia popular de que hay males o enfermedades que se curan con palabras y oraciones. En su "Doctrina de Magia", Conrado de Witerburgo, habla de dos clases de palabras usadas por los mágicos, y cuyas virtudes son maravillas. Entre las primeras podemos citar: Jehová, Jesús, ABRA- CADABRA y además Sator, Arepo, Tenet, Opera, Rotas. En la segunda clase se encuen- tran las siguientes: Nomen Dei et Santcoe Trinitatis, quod tamen in vanum assumitur, con- tra acerrimun summi legislatoris interdictum. Exod. 20. Como restos de ésta antigua creen- cia en la eficacia medicinal de palabras sagradas, ha llegado hasta nosotros esa multitud de ensalmos y conjuros que los rústicos y pastores aun poseen y que por nada de este mundo quieren descubrir. Quizás, como en protesta del exagerado valor concedido a la pa- labra escrita, la gente campesina cree que las oraciones y palabras curativas pierden su poder cuando se escriben o comunican. ABRACADABRA ha servido y aun sirve como contraseña de los iniciados en algunas sociedades secretas, pero sin ningún sentido espe- cial.

ABRAXAS s. m. Arqueol. Piedras en que se halla grabada esta palabra, la cual, según Be- llerman (Investigaciones sobre las piedras abraxas de los antiguos, Berlín 1817), procede de las voces egipcias abrak y sax, que significan palabras santas, nombre bendito. Según otros estudios, abraxas viene del persa, o mejor dicho del pelvi, e indica el sistema de nu- meración en su primitiva forma. Los gnósticos y los alquimitas encontrarón en ella el nú- mero 365, que es el de los días que se compone el año, y representaba la manifestación ex- terior de Dios en el mundo, en efecto, entre los griegos, a valía 1; b 2; r 100; s 200; x 60. Las piedras abraxas además de esta palabra, diversas figuras fantásticas, como cabezas de león, elefante, serpiente y algunas tienen también las letras a y o, o la palabra ian, que designa la divinidad. Estas piedras abundan en los museos de antigüedades, siendo proba- ble que muchas de ellas hallan sido fabricadas en la Edad Media para servir de amuletos o para emplearlas en operaciones de magia.

BES Mit. Dios que aparece en el panteón egipcio, pero que traía origen extranjero; según he leído procedía de la Arabia. El Libro de los Muertos lo identifica con Set, el espíritu del mal, y sin duda por esa significación aparece representado en los cipos -pilastras erigidas en memoria de los muertos-, de Horus, símbolo del bien. En algunos monumentos de baja época que representan a Horus, pisando con sus pies las mostruosas personificaciones del mal, o sean los cocodrilos, el escorpión, las serpientes, etc., suele aparecer la cabeza de- forme de Bes, sin duda como emblema de la fuerza destructora de la naturaleza en oposi- ción a la eterna juventud del Dios niño. Sus imágenes abundan bien como elemento simbó- lico ornamental, bien en los amuletos o en los dijes de barro cocido y esmaltado: le presen- tan siempre en la figura de un hombre de vientre abultado, piernas cortas, las manos apo- yadas por lo común en las rodillas, y el rostro, con expresión de chivo que recuerda a los sátiros griegos, es de pómulos salientes, nariz aplastada y ancha, boca abierta con la len- gua de afuera, abultadas cejas, y partiendo de la frente, dos cuernos de macho cabrío; lle- va una corona de plumas de ansar erguidas. Por su expresión se le ha comparado al tipo arcaico de la Gorgona alada, y también a la forma femenina del Dios indio Siva. Suele ves- tir una piel de leopardo. A veces como Dios de la danza bailando de una forma grotesca. Con estas características es muy frecuente su imagen en los objetos usados por las damas egipcias.

CARTELA f. (Cartela egipcia). Tiene la forma de un rectángulo con los ángulos redondea- dos o adornados, es, como emblema, un sello que tiene carácter jeroglífico de renovación y de eternidad. Los faraones, ansiosos de la inmortalidad, escogieron el sello para escribir su nombre propio. Algunos historiadores creyeron ver en la cartela egipcia la imagen de la serpiente mordiéndose la cola, que es otro símbolo de la eternidad. Se distinguen dos cla- ses de cartela: La que contiene el prenombre que expresa siempre una asimilación del rey Sol, o sea el nombre divino al cual precede la expresión jeroglífica "Rey del Mediodía y del Norte", título del Dios, que se refiere a la división del Universo en parte austral y par- te boreal, a las cuales vivifica igualmente con sus rayos; la segunda cartela en la que con- tiene el nombre propio precedido de la expresión "Hijo del Sol", que envuelve la idea de la asimilación del rey al Dios Orus, soberano de la Tierra. La doble cartela, cuyo empleo data de la quinta dinastía, respondía a la idea de que todo Faraón era un verdadero Dios que había descendido entre los hombres, porque el Dios egipcio estaba dotado de la facultad de engendrar en sí mismo, de ser padre e hijo a la vez

ÉGIDAS f. (del gr. aiyis, escudo o coraza). Pequeños objetos que ordinariamente son de bronce y que se componen del collar o esclavina semicircular, usekh, más o menos adorna- do y de una cabeza de Diosa, Maut, Hator, Seket, Bast, etc. Estas égidas tienen un mango, sobre el que se ven grabadas algunas representaciones religiosas. Las égidas egipcias de plata, oro y cornalina, servían de pendientes.

FALO m. mit. arqueol. Las ideas de generación y de reproducción aparecen simbolizadas por el falo en todas las Mitologías. La imagen de este símbolo fue multiplicada para los fi- nes del culto en la mayor parte de los pueblos de la antiguedad. No hay que ver, por consi- guiente, en esta clase de representciones que hoy abundan en las colecciones de los Muse- os, objetos puramente pornograficos, y sí, por el contrario, objetos hechos para mantener la fe y el culto a ciertas divinidades; es decir, que no se tratan de objetos obscenos que re- partieran y conservaran clandestinamente, sino de símbolos religiosos que llevaban a la luz del día, puesto que las ideas que representaban nada tenían de licencioso, según queda in- dicado más arriba. Es verdad que no siempre se ha usado de estos símbolos con un fin pu- ramente religioso, sino que al calor de las liviandades de la decadencia romana se emplea- ron también de un modo en que la religión parece encubrir el deseo torpe con que se repre- sentaron El falo no solamente figuró como símbolo de las ceremonias sagradas de los pue- blos de la antiguedad sino que también fue usado por las gentes supersticiosas, que en a- quellos tiempos era todo el mundo, como amuleto. Se creía que el falo era excelente conju- ro contra la hechicería y el mal de ojo. Las damas romanas acostumbraban a llevar peque- ños falos de bronce suspendidos de sus collares. De Pompeya y de Herculano se ha extra- ído una cantidad extraordinaria de falos de bronce provistos de una anilla para poderlos suspender como dijes. Algunos tenían las formas más caprichosas: por ej., suelen simular un caballo Pegaso, y a este propósito llevan alas, patas y otro falo más pequeño como si fuera el miembro del caballo. En uno de estos falos en forma de caballo va montado un mu- chacho que intenta poner una corona en el extremo. Otros falos simulan ser un perro o un león. Los hay también de ave y de carnero. Algunos figuran como aditamento natural a una figura, que suele ser la de Mercurio, y hay falos, asimismo, con alas, que quieren repre- sentar el falo de Mercurio. Algunos suelen llevar por adorno o apéndice unas campanillas pendientes de cadenitas. Entre este género de amuletos figuran también unos en forma de media luna, uno de cuyos extremos simula un falo y el otro una mano haciendo la figura del mismo, y llevan además en el centro , y algunas veces de relieve a los lados, otros falos. No son menos curiosos que los amuletos fálicos las imágenes de Hermes y de Príapo con el falo generalmente de bronce y pequeño, que también se encuentra en los Museos. En Pompeya se han encontrado algunas columnas fálicas de piedra, que también pudiéramos llamar guardacantones, pues alguien supone que el guardacantón ha sido en su origen una imagen fálica. Los indicados de Pompeya estaban en las puertas de unas tiendas . Tampoco dejaremos de lado el relieve de un falo con la inscripción "Hic habitat felicitas", que un panadero había puesto sobre la puerta de su negocio en Pompeya, y que hoy figura en el Museo de Nápoles. A pesar de que la Iglesia anatematizó el empleo de los amuletos fálicos, o sea el fascinius, por los estatutos sinodales de Mans en 1247 y por los de Tours en 1396, en aquellos tiempos aun se usaba al exterior de los edificios como amuleto para preservar de los maleficios; el uso de dicho amuleto ha seguido y aun sigue en alguna loca- lidad de Italia, donde se acostumbra a colgárselo al cuello a los niños. Como se ve, el culto al falo ha sido común a todos los pueblos; en la India figura también en el símbolo conocido con el nombre de Lingan, y en la América precolombina fue adorado en los templos y usa- do como exvoto y amuleto.

FILACTERIA f. Amuleto hecho en pedazo de piel o pergamino, en que estaban escritos al- gunos pasajes bíblicos, el cual, colocado en una caja o bolsa, llevaban los judios atados al brazo izquierdo o a la frente.

HATOR mit. (Diosa de la Mitología egipcia). De la misma manera que Neith, Maut y Nut, personifica el espacio celeste en que se mueve el Sol; y como Horus símboliza la salida del Sol, de aquí Hator, cuyo nombre significa literalmente en lengua egipcia "la habitación de Horus", tuviera el carácter de madre del Sol, carácter que símboliza la vaca, bajo cuya for- ma suele aparecer amamantando a Horus. También los reyes, por su asimilación a Horus fueron representados mamando de la vaca de Hator. Esta, en su carácter de Diosa madre, se confunde con Isis, madre de Horus, en la triada tebana y en el drama osiriano, cuya le- yenda divulgo Plutarco. Hemos dicho que, al igual que otras Diosas personifica el espacio celeste; pero hay que tener en cuenta que como madre que es del Sol levante, Hator per- sonifica especialmente el cielo nocturno en el cual parece renovarse el asto. En ese sentido se le daba el nombre de Diosa de oro (Nub en la lengua egipcia), porque bajo forma de va- ca animaba la montaña occidental, tras la cual se esconde el Sol. Nub llamaban también los egipcios a la sala del hipogeo en que se depositaba el sarcófago, por aquella asimilación que hacían del tránsito de la vida a la muerte con la desaparición del Sol en el horizonte. Tal era la significación

HIPOGEO arq. Vitruvio llamaba a todas las partes de los edificios construidos debajo del nivel del suelo, en conformidad con la etimología griega; pero dicho nombre dábase más especialmente a las sepulturas subterráneas. Se dividen los hipogeos en dos clases, según que están abiertos en el suelo sin indicación aparente, o que están coronados por un monu- mento funerario. Los de la primera clase han escapado en gran número a la acción destruc- tora del tiempo y de la mano del hombre. Cuatro pueblos construyeron principalmente hi- pogeos para sus muertos: los egipcios, los etruscos, los griegos y los romanos; pero los monumentos de los dos primeros pueblos son superiores a los de los otros. Parece que los egipcios fueron los primeros que utilizaron las innumerables cámaras y huecos de sus can- teras abandonadas para depositar en ellas sus momias, y gracias a estos monumentos, de magnificencia sin igual, y cerrados desde hace tantos siglos, es como se ha podido en los tiempos modernos formar idea del arte, poderio y civilización de los egipcios en tan remo- tas épocas. Unos de los hipogeos más notables es el llamado necrópolis de Tebas, en las inmediaciones de dicha ciudad. También los hay en Beni-Hassán, en Berxé, en Karnac y en Bibán-el-Moluk. Después de los egipcios, los etruscos fueron los que construyerón ma- yor número de hipogeos.

JEROGLIFÍCO adj. Se aplica a la escritura basada en figuras o símbolos. Principalmente por los egipcios. Mediante la utilización no de letras sino de dibujos de hombres, pájaros, mamíferos, vegetales y objetos cotidianos, los jeroglíficos (alrededor de setecientos) pue- den desempeñar dos funciones en la escritura: el ideograma, representación de objetos materiales y de acciones físicas cuya sola figuración evoca la idea significada pero sin permitir la expresión de ninguna idea abstracta, y el fonograma, jeroglífico que evoca un sonido. Es el principio del fonograma que nos permite transcribir fonéticamente todos los sonidos y por tanto escribir todas las palabras del lenguaje. Champollion fue el primero en decifrar los jeroglíficos egipcios.

MAL DE OJO: Influjo maléfico que, según vanamente se cree, puede una persona ejercer sobre otra, mirándola de cierta manera, y con particularidad sobre los niños.

NILÓMETRO m. Instumento destinado a medir el crecimiento e indundaciones del Nilo. Las inundaciones periódicas eran de gran utilidad para los egipcios, lo que sin duda les su- girió la idea de inventar un instrumento para conocer su elevación, el aparato consistía en una simple regla que tenía señalada una escala de división, asegurada a las paredes de un pozo abierto a propósito, o sobre una columna octógana de mármol colocada en un pozo, estanque o depósito en el cual entraba el agua del Nilo por un canal. Para su conservación estaban señaladas ciertas rentas que se pagaban religiosamente y, en el tiempo de los an- tiguos egipcios, han sido considerados como monumentos sagrados. En ciertas ocasiones le dieron la figura del dios Apis.

PAPIROS (del lat. papyrus) m. Documentos escritos en un papel fabricado por los antiguos egipcios, de una planta llamada vulgarmente papiro. Esta planta habita en el Nordeste de Africa y es propia de lugares pantanosos y riberas. Los tallos alcanzan hasta 3 o 4 metros de altura, gruesos cilíndricos, lisos, de color verde oscuro y completamente desnudo, aca- bando en su cima en un conjunto de inflorescencias y de numerosas brácteas lineales, lar- gas, que se encorvan hacia abajo, presentando el aspecto de un varillaje de paraguas que tuviese muchas varillas. Esta planta es notable por la aplicación que de ella hicieron los an- tiguos egipcios para fabricar papel. El procedimiento seguido para la fabricación de éste papel parece consistió en cortar el tallo longitudinalmente en placas muy delgadas, dispo- nerlas al lado de otras paralelamente, tender sobre ellas otras en sentido vertical de las primeras y desecar bajo presión las láminas asi formadas. Como los tallos no tienen nudos y todos los haces fibrosos están situados junto a la circunferencia, los tejidos interiores de éste tallo están formados casi exclusivamente por células muriformes y poliédricas de pa- redes delgadas, despojándolas de las partes fibrosas que llevaban en sus orillas, entrecru- zadas y sometidas a presión, dejaban después de secas una lámina casi exclusivamente formada por celulosa, y cuya superficie permitía escribir con igual facilidad que en un papel ordinario no satinado. La fabricación de este papel en el antiguo Egipto debió hallarse muy desarrollada, a juzgar por las condiciones y cantidad de las muestras que nos han llegado.

PERGAMINO (del lat. pergamenus) m. Piel de la res limpia del vellón, raída, adobada y estirada, que sirve para diferentes usos; como para escribir en ella privilegios, cubrir libros y otras cosas. La escritura sobre las pieles de los animales data de los tiempos más remo- tos, acaso desde los primeros siglos de la Creación; se asegura que los hebreos las emple- aban ya para éste objeto durante su permanencía en el monte Sinaí, en la época en que el Señor entregó a Moisés las tablas de la Ley, y lo cierto es que en el pueblo israelita se custodiaban varios volúmenes escritos en pieles, que conservaban arrollados en tiempo de David. Heródoto, entre los griegos, hablaba en su obra de las pieles de carnero y cabrito que se empleaban en la escritura desde tiempos muy remotos; pero éstas pieles, o no esta- ban preparadas, o lo eran de un modo muy elemental, que hacía, no sólo difícil la escritura, cuyos caracteres tenían que ser muy abultados, sino sumamente gruesas y bastas lo que hacía que por poca magnitud que tuviera una obra ocupase un volumen inmenso, de donde nació en llamar volumen a los trabajos que los sabios y los poetas dejaban escritos, nom- bre que se ha conservado hasta nuestros días para toda clase de libros. Más tarde, y para evitar todo eso, se escribieron casi todos los tratados en papiro.

PLINIO (Cayo) Célebre naturalista romano, apellidado el antiguo, nació el 23 después de J.C. y murió en Estabia cerca de Pompeya en el año 79. Era panteísta. Miraba como sinó- nimas las ideas del mundo y de Dios. Muestra un supremo desprecio por las cosas de la tierra; priva al alma humana de su individualidad después de la muerte; habla con amor de las virtudes las elogia y las aplaude. Como naturalista no traspasó la esfera del compila- dor. La influencia que plinio a ejercido en la Ciencias naturales y en la Medicina ha sido perniciosa. Tomado en serio su libro, casi única autoridad en materia médica hasta el siglo XVI, sembró en el pueblo multitud de groseros prejuicios que todavía no se han borrado del todo en los espíritus de la gente de raza latina.

SARGÓN II Rey de asiria (722-705 a.J.C.). Destruyó el Reino de Israel (Toma de Sama- ria, 721), deportó a su población y venció más tarde a los egipcios (720) en Qarqar y Rafia al sur de Gaza. Bajo su reinado se construyó cerca de Níneve el palacio de Dur Sarrukin (actual Jarsabãd).

TIORBA f. (del ital. tiorba). Instrumento musical, especie de laud, algo mayor y con más cuerda.

TRINIDAD n.f. Teol. En el cristianismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por exten- ción grupo de tres divinidades o tres entidades sagradas.


 

Idolos y Fetiches Primitivos Revancha de los primitivos
Amuletos (Egipcios, Oriente Antiguo, Epoca Clásica, Cristianos, Precolombinos
y Contemporáneos)
La importancia del Escarabajo Fetichismo en Africa
Cilindros Orientales

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