Amuletos Precolombinos Amuletos Contemporáneos
Amuletos (Egipcios, Oriente Antiguo y Epoca Clásica)

 

AMULETOS CRISTIANOS_____________________________________

A pesar de que la Iglesia cristiana condena las ideas supersticiosas inherentes al amu- leto y a su uso, los fieles de los primeros tiempos aceptaron estas prácticas toleradas en cierto modo por Constantino. En las Catacumbas mismas se han encontrado los amuletos que no por su significación supersticiosa, sino por las personas que los usaron pueden de- nominarse cristianos: así por ejemplo una Tésera con la figura de una liebre, amuletos que entre los paganos pasaba como remedio para los males del vientre. Esta clase de super- cherías fueron introducidas en el cristianismo gnóstico; pero al lado de estos amuletos hay otros que merecieron desde luego la aprobación de la Iglesia, consistentes en objetos de devoción, cruces, medallas, reliquias, fragmentos de las Santas Escrituras llevados con verdadera fé, bien vale el valor intrínseco o sagrado de los mismo, bien por las bendiciones que los valoraban; tales son los agnus Dei: recibian estos amuletos en nombre de Eucolpi- um, voz que particularmente se aplicaba a la cruz de los obispos cuando contenían relí- quias; también se los llamaba filacterios (ver filacteria) como entre los judios. El gabinete de medallas de la Biblioteca Nacional de París posee un amuleto cristiano del siglo II ha- llado en las cercanías de Beirut consistente en una hoja de oro sobre la cual hay una ins- cripción grabada en caractéres griegos que podría interpretarse como: "yo te exorcizo, oh Satán (Oh cruz, purifícame), a fin de que no abandones jamás tu morada en nombre del Se- ñor Dios vivo.". Existen otros ejemplares análogos al acabado de citar: había también me- dallones de oro, de plata, u otro metal marcados con el monograma de Cristo y que se sus- pendían del cuello, muchas de ellas recogidas en las tumbas de los mártires. Después de la paz de la Iglesia continuó el uso de esa clase de amuletos: unas veces es un medallón, o- tras un pez, otras un asunto religioso, una mano teniendo una tablilla que contiene una a- clamación. Por los Santos Padres sabemos que los primeros cristianos, especialmente las mujeres y los niños, usaban los libros de los Evangelios como amuletos para obtener cura- ciones milagrosas. San Gregorio el Grande envió a la Reina Teodelinda para su hijo recién nacido, Adulovald, dos filácteras o amuletos contra los maleficios o encantamientos consis- tentes en una cruz conteniendo una partícula de la verdadera cruz y un ejemplar de los san- tos Evangelios, dentro de una cajita de madera preciosa; ambas cajas existen hoy en el Te- soro de Monza, ofrecen abjuraciones análogas citadas, escritas en caracteres griegos. Por lo que hacen a los Evangelios, desde los tiempos apostólicos se usaron como amuletos y se envolvía con ellos a los muertos. En la tumba de San Mateo en la isla de Chipre, se encon- tró un ejemplar escrito por mano de San Bernabé. Muchas sepulturas descubiertas en Ro- ma al demoler el antiguo Vaticano, han suministrado copias de dichos libros divinos ence- rradas en cajitas de plata, de bronce o de plomo. Por último, también se conservaban en las casas para alejar a los demonios y cortar los incendios.

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AMULETOS PRECOLOMBINOS_______________________________

A continuación, citaremos un ejemplo concreto de la historia puertorriqueña [ver mapa de América]: desde siempre, o por lo menos desde épocas muy remotas, las aguas de mu- chos ríos de este país arrastraban pepitas de oro de ley o de buena calidad. A la población indígena de la isla constaba la existencia de estos depósitos y los indios los recogían para fabricar con ellos amuletos llamados "guanines" que aparentaban ser toscos porque las técnicas de trabajar el metal eran primitivas y deficientes. Hoy en día, la civilización consi- dera al oro como un metal especial porque es escaso y de difícil consecución. Sin embargo, el oro no es de la misma importancia para todas las culturas; para los indios, por ejemplo, era simplemente uno de los muchos metales útiles que utilizaban e incluso consideraban las piedras sólidas y redondeadas con las que tallaban sus cemíes sagrados tan útiles y precia- das como las pepitas de oro. La valoración europea del oro llegó a las costas puertorrique- ñas con la llegada de los españoles que, en su afán de conseguir cada vez más de tan codi- ciado tesoro, cometieron muchos abusos contra los antiguos dueños de estas tierras.

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AMULETOS CONTEMPORÁNEOS____________________________

Sabiendo con certeza que en su momento no fueron amuletos, fueron simples distinti- vos que marcaron una diferencia, los más destacados surgieron de grandes movimientos participativos, como la cruz gamada que pasó a ser adoptada como un símbolo de la exalta- ción Aria para los seguidores del nacionalsocialismo de Hitler, y representaba, un delirio macabro, para el resto de la humanidad. Y la circunsferencia con el diámetro y dos radios, elegida por el movimiento hippy de los años 60, y que representaba para quienes la usa- ban: un cuestionamiento a lo constituído, una afiliación a la libertad, un llamado a la amis- tad y a toda convivencia pacífica, y fue interpretado, por una sociedad consolidada en otros preceptos, como un amuleto identificatorio que daba vía libre al libertinaje, a la promiscui- dad, y un pasaje a la droga. En ambos casos no se reverenciaba al símbolo en sí mismo, si- no que con fanatismo y obsecuencia se llevaban y se invocaban como portadores de presa- gios -que no corresponde juzgar en éstas páginas-, y eso, solamente eso, hacian un parale- lo a los amuletos antiguos. A las puertas del Siglo XXI se ha hecho una industria de las "mascotas electrónicas", de los "pin" y de las "marcas" y los souvenirs, parientes muy lejanos y para nada pródigios de sus antepasados, sucedáneos para una sociedad de consu- mo que los usa y abusa simplemente como adorno o formando parte de modas efímeras. En cuanto a la creación de amuletos personales, y a sus fórmulas para concebirlos, fáciles de encontrar en cualquier libro específico o en la propia WEB, representan, en los tiempos que corren, juegos de infimos significados y que apenas merecen una mención simplemente pintoresca. Tratados en las casas inadecuadamente, lejos de los vórtices sagrados distribu- idos en el planeta en lugares poco frecuentados o aun no descubiertos por el hombre mo- derno, son como los medicamentos que deja el Visitador Médico, "muestras sin valor". De aquellos antiquísimos amuletos contemplados aun con misterio: se reproducen, se modifi- can, se venden, van y vienen, y su pasado cargado de magía, de espiritualidad, de esperan- zas, se han perdido entre la evolución intelectual, llena de descubrimientos científicos y de investigaciones profundas que han hecho retroceder la superstición, la magia y el encanta- miento a simples referencias y menciones históricas. Pero aun, a puro presentimiento, el poder de los auténticos está allí latente, rodeando sus expectantes existencias, prontos pa- ra renacer desde sus orígenes, con una fuerza milenaria que marcará definitivamente nues- tros destinos. Habrá que saber encontrarlos, y despertarles.

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DICCIONARIO______________________________________________

AGNUSDÉI (del lat. Agnus Dei, Cordero de Dios) m. Objeto de devoción muy venerado, que consiste en un lámina gruesa de cera en que se halla estampada la imágen del Cordero o de algún santo, y que bendice y consagra el Papa mediante ciertas ceremonias, por lo re- gular de siete en siete años. Hist. La primera significación de esta palabra es la que le dio San Juan Bautista designando con esta frase a Jesucristo, su primo, según refiere el Evan- gelista: "Respiciens Jesum dixit=Ecc Agnus Dei (San Juan, Evangelio, Cap. 1, vers. 29 y 36). En otra significación, se da este nombre a unos panecitos de cera, que bendice el Papa el día de sábado santo, cada siete años, después de la consagración. En cada uno de ellos esta grabada en relieve la figura de un Cordero con el estandarte de la santa cruz. El orí- gen de este rito se remonta al siglo IV. En la Dominica in albis, terminado el bautismo de los neófitos, se destribuían los trozos del cirio pascual al clero y a los fieles. Más adelante se introdujo que el Arcediano de San Juan de Letran bendijese otro, ungido con el óleo santo, y cuyos trozos, en figura de corderitos, moldeados por los acólitos, se repartían a los fieles. De Roma pasó esta costumbre a otras iglesias. La época en que se comenzarón a bendecir por el Papa estos corderitos, ungidos con el óleo santo, se fija hacia el siglo VI, y se cita como primero que conste auténticamente el que regalo San Gregorio Magno a Teo- dolinda, Reina de los Lombardos. Se le atribuían varias virtudes, casi las mismas que a los ramos benditos, agua bendita, toque de campana para alejar las tormentas, aliviar en los partos, alejar tentaciones, y al tentador maligno, preservar de naufragios inundaciones e incendios. Contiénense en unos versos asonatados, o leoninos con que remitio algunos de ellos el Papa Urbano V al Emperador Paleólogo. La bendición en cada septenio la hace solemnemente el Papa de pontifical el sábado in albis, echándolos en agua bendita, y ben- diciéndolos luego, y ungiéndolos con crisma. Al presentárselos u subdiácono después del Agnus Dei, repite tres veces la siguiente deprecación que indica su significación mística: =Domine, domine, isti sunt Agni novelli, qui annuntiaverunt alleluia: modo modo veniunt ad fontes, repleti sunt charitate: alleluia.

BOHITI m. Médico, Sacerdote de la isla de Haití en la época precolombina. Los bohiti co- nocían y utilizaban las propiedades ciertas o supuestas de muchas plantas. Se presentaban ante el enfermo ocultando en la boca huesos, piedras u otros objetos y después de repeti- dos ademanes gestos raros y otras ceremonias, después de chupar o frotar al enfermo de pies a cabeza le hacían creer que le habían extraído del cuerpo el hueso o piedra que llevaban en la boca, diciéndole: "He aquí lo que te hacía sufrir: puede dar por concluídos tus pa- decimientos". Estas piedras eran para los Haitianos preciosas relíquias, a las que atribuían el poder de facilitar los alumbramientos, aumentar la fertilidad de la tierra y disponer de los elementos. En las ocasiones solemnes, cuando consultaban a la divinidad en algún a- sunto grave, los bohitis se reunían con los caciques y nitaynos en lo que podríamos llamar sus templos, que eran casas grandes consagradas a los cemíes, espíritus que dictaban o e- jecutaban las órdenes celestes. Absorbía el bohiti por las narices polvo o humo de tabaco, y muy pronto, transtornados los sentídos, se venía al suelo. Repuesto posteriormente, se incorporaba permaneciendo buen rato con la cabeza baja y las mano en las rodillas. De re- pente salía de su estupor, alzaba los ojos al cielo y pronunciaba frases incomprensibles. Levantábase con majestad y decía lo que los cemíes le habían comunicado. La muchedum- bre, que impaciente aguardaba en la puerta, tenía conocimiento de la voluntad celeste por medio de los nitaynos.

CATACUMBAS pl. f. Cavidades subterráneas en las cuales se daba sepultura a los muer- tos. Las más antiguas catacumbas son las que los egipcios abrieron en las faldas de las montañas, destinadas ha enterramientos, y que se llaman hipogeos. Italia es el país en que abundan más. Las de Siracusa constituyen casi una ciudad subterraneas con sus calles y plazas, y las denominaban el cementerio o las grutas de San Juan. Las formas de estas in- mensas excavaciones son mayores que las de Roma. Se creen que pertenecen a época an- terior a la conquista de Sicilia por los romanos, y que su uso pasó luego de los paganos a los cristíanos. Pero las más notables y celebres son las catacumbas de Roma, cuyo origen tanto debaten los arqueologos. Para uno son sencillamente canteras que los cristianos utili- zaron para sepultar a sus mártires; para otros son galería abiertas exclusivamente por es- tos para refugiarse en la época de la persecución, celebrar sus ritos y enterrar los muertos. En estas excavaciones las que han servido de canteras y las catacumbas verdaderamente dichas; las primeras no tenian objeto que la extracción de la arena volcánica que con tanta abundancia produce el suelo de toda la campiña de Roma; se llamaban arenarios, eran más anchas que las catacumbas, y sus bóvedas, de grandes luces se desplomaban con facilidad. Las verdaderas catacumbas presentan corredores estrechos ejecutados de una manera e- conómica y sólida- Ocupan las catacumbas de Roma una extensión considerable en una zo- na de dos o tres kilómetros alrededor de la ciudad, y multiplica esa extensión la cantidad de galerias abiertas en diferentes pisos. Se han calculado que en una área cuadrada de ciento veinticinco pies romanos de lado no había menos de siete a ochocientos metros de galería ascendiendo el total de líneas de excavación a unos quinientos ochenta kilómetros. Creíase antes que todos estaban ligadas entre sí formando una red; pero las condiciones geológicas e hidráulicas del suelo desmienten tal aseveración, y han impuesto límites a las necrópolis subterraneas, que permanecen en grupos separados, de los cuales se pueden contar hasta cuarenta y seis. En la decoración se hallan temas escogidos en el Antiguo y Nuevo Testamento, y no solamente asuntos históricos, sino también simbólicos, viéndose con frecuencia figuras paganas apropiadas al cristianismo. A más del cementerio de San Calixto, la catacumba de Flavia Domitila, la de Santa Priscila y la de Ostriensis, la mayor de todas que tiene entre sus galerias una pequeña basílica en tres compartimientos, uno para el obispo y diáconos, otros para los fieles, y el tercero para los catecúmenos. La prác- tica seguida por los cristianos de utilizar las catacumbas para la celebración de sus ritos y enterramientos de sus muertos, fue continuación de costumbres anteriores.

CEMÍES m. pl. Mit. Espíritus adorados en la época precolombina por los habitantes de Haití y otras Antillas. Los cemíes dictaban y ejecutaban las órdenes del celeste numen; a ellos se rendía exclusivamente culto; de los mismos se esperaba la lluvia para los sedien- tos campos, la fausta suerte de los que nacían, la paz y el descanso para los oprimidos pue- blos. Se les representaba generalmente bajo las feas y espantables formas que los cristia- nos acostumbraban a dar al diablo. Tenían los haitianos en cada población y hogar, lo lle- vaban con no poca frecuencia al cuello, y, cuando salían para la guerra, los guerreros se los ataban a la frente para que le sirvieran de escudo y de amuleto. Los grababan en sus joyas, los colocaban en todos los lugares donde tuviesen interés en recordalos, y a cada momento les hacían ofrendas, les dirigían ruegos, súplicas, les pedían cuanto necesitaban o pudiese contribuir a su más agradable vida, y les interrogaban en los templos. Los cemíes contestaban por intermedio de los bohitis, pero a veces hablaban directamente al pueblo. Huecas sus imágenes comunicaban por tubos escondidos entre ramas y flores en lugares escondidos del templo. Desde allí hacían dictar sus órdenes los caciques, o dar consejos que les convenían. Usaban éste medio siempre que se proponían exigirle al pueblo algo que no estuviese dispuesto. Habían aprendido a tomar la religión por instrumento, y cuan- do, con gran pena, vieron descubierta la superchería por los soldados de Cristóbal Colón, les suplicaron con gran ahínco que no las descubriesen a sus vasallos. No todos los cemíes se hallaban compuestos de la misma sustancia. Los había de piedra, de barro, de madera, de oro, de algodón y de yuca. Los hacían los haitianos de una u otra materia, según la for- tuna que habían tenido de verlos en los peñascos, en las tierras blandas, en los bosques, en las minas de oro, en algodonales o en yucatales. Todos los cemíes no eran igualmente po- derosos. Tenían unos en sus manos la luz y las tinieblas; otros las tempestades y la calma; algunos la salud y la peste; varios la paza y la guerra, la vida y la muerte. Quiénes eran ge- nios de la selvas; cuáles de los campos o de la mar o de la tierra, y no había pueblo, caci- que ni familia que no creyera tener los mejores cemíes y no mirara con desden los ajenos. De algunos cemíes contaban los haitianos verdaderas maravillas. Aseguraban que el caci- que Guamarete, en la cumbre de su casa, tenía atado y sujeto uno, llamado Corocoto, que mucha frecuencia rompía las ligaduras y bajaba a tener relaciones íntimas con las mujeres del pueblo. Los hijos del cemí, según los haitianos, se destinguían de los demás niños en que nacían con dos coronas en la cabeza. Fue vencido una vez Guamarete y desvastada su corte; Corocoto escapó ileso y apareció a más de 400 metros de distancia. También se con- taban historias de otro cemí, llamado Epileguanita, que abandonaba muchas veces sus alta- res y se marchaba a los bosques cercanos. Al notar la falta, sus adoradores iban a buscar- le, no sin recitar piadosas oraciones, y cuando le encontraban habían de volverle en hom- bros al desamparado templo. Se recordaban de un cemí hembra que tenía otros dos núme- nes a sus órdenes. Cuando se irritaba con sus fieles porque no le rendían el debido culto, enviaba uno de sus servidores a los demás cemíes para que cubrieran de nubes el horizon- te y soltaran los vientos, y delegaba al otro para que recogiera las aguas que bajasen de los altos montes, y, lanzándolas sobre los valles como impetuoso torrente, arrasara los campos.

CONSTANTINO (Constantino I el Grande). Emperador romano (306-337). Se convirtió en dueño de todo Occidente merced a su victoria sobre Magencio (312), y después de todo el Imperio gracias a su victoria sobre Licinio (325). Por el Edicto de Milán (313), autorizó el libre ejercicio del Cristianismo, que pronto se convertiría en una de las principales religio- nes del Imperio. En el año 325 convocó el Concilio de Nicea, el primer Concilio Ecuménico. Fue el fundador de Constantinopla.

FILACTERIA f. Amuleto hecho en pedazo de piel o pergamino, en que estaban escritos al- gunos pasajes bíblicos, el cual, colocado en una caja o bolsa, llevaban los judios atados al brazo izquierdo o a la frente.

GAMADA f. Cruz de brazos iguales, de extremidades dobladas en forma de gamma Ma- yúscula, y era el símbolo del Fuego y del Sol, svásti de los Celtas, que representaba un dia- grama místico de buen augurio, con el que se encabezaban las piedras tumularias.

GNOSTISISMO (de gnóstico) m. Escuelas y sistemas religiosos y filosóficos de los prime- ros siglos de la era cristiana, originados de sectas judaicas, paganas y cristianas, que, sin embargo, concordaban en puntos capitales: como en el conocimiento de una ciencia supe- rior y misteriosa y en la admición de una serie de entidades divinas que intervenían en la creación y conservación del Universo.

HIPOGEO arq. Vitruvio llamaba a todas las partes de los edificios construidos debajo del nivel del suelo, en conformidad con la etimología griega; pero dicho nombre dábase más especialmente a las sepulturas subterráneas. Se dividen los hipogeos en dos clases, según que están abiertos en el suelo sin indicación aparente, o que están coronados por un monu- mento funerario. Los de la primera clase han escapado en gran número a la acción destruc- tora del tiempo y de la mano del hombre. Cuatro pueblos construyeron principalmente hi- pogeos para sus muertos: los egipcios, los etruscos, los griegos y los romanos; pero los monumentos de los dos primeros pueblos son superiores a los de los otros. Parece que los egipcios fueron los primeros que utilizaron las innumerables cámaras y huecos de sus can- teras abandonadas para depositar en ellas sus momias, y gracias a estos monumentos, de magnificencia sin igual, y cerrados desde hace tantos siglos, es como se ha podido en los tiempos modernos formar idea del arte, poderio y civilización de los egipcios en tan remo- tas épocas. Unos de los hipogeos más notables es el llamado necrópolis de Tebas, en las inmediaciones de dicha ciudad. También los hay en Beni-Hassán, en Berxé, en Karnac y en Bibán-el-Moluk. Después de los egipcios, los etruscos fueron los que construyerón mayor número de hipogeos.

NUMEN n. m. Cualquiera de los Dioses adorados por los antiguos.

SAN GREGORIO EL GRANDE Como San Gregorio I fue Papa. Nació en Roma en 540 y murió el 12 de marzo del 604. Fue elegido Pontífece el 3 de setiembre de 590. Procuró in- troducir el cristianismo entre los barbaros lombardos que habían invadido Italia. Trabajo a favor de la abolición de la esclavitud. Fue Gregorio I el que más contribuyó a constituir la liturgia de la misa y el que estableció el rito llamado gregoriano.

TÉSERA (del lat. tessera) f. Pedazo de madera, piedra, bronce, hueso, marfíl u otra mate- ria de varias figuras, con una señal o inscipción del cual usaban los romanos, ya para en- tenderse secretamente en la guerra ya como boleta para los viveres o para pagas de los soldados ya como premio de valor a los gladiadores, ya, en fin, como prenda de hospitali- dad o alianza. Fue para los romanos lo que hoy es la ficha y el billete. Le dieron variedad de empleos y en consonacia con ellos diversas formas en distintas materias. Las principa- les variedades eran las siguientes: tésera de hospitalidad, era una tablilla que el dueño de la casa presentaba a su huésped cuando éste se despedía; quebrándola en dos pedazos, que guardaban respectivamente dichas personas, como símbolo de hospitalidad y amistad, para que sus descendientes, si alguna vez se encontraban puedieran reconocerse y renovar o pagar las antiguas obligaciones de familia. De éstas téseras se conserva algún original. Tésera-bono: que los magistrados daban en ciertas ocasiones a las gentes pobres, quienes al presentarla donde fuera preciso recibían una cantidad de pan, trigo, vino y aceite, o una cantidad en dinero. Los emperadores solían arrojar éstas téseras a las plebe, y algunos personajes ricos se ganaron así el favor popular. Tésera gladiatoria: era una tablilla larga de marfil en la que estaba escrita el nombre del gladiador, a quien se le daba como certifi- cado de aptitud cuando dejaba de ser tirón o recluta, o como distinción honorífica; el de su maestro, y la fecha de sus primeros triunfos.


 

Idolos y Fetiches Primitivos Revancha de los Primitivos
Amuletos (Egipcios, Oriente Antiguo, Epoca Clásica, Cristianos, Precolombinos
y Contemporáneos)
La importancia del Escarabajo Fetichismo en Africa
Cilindros Orientales

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